ROLANDO

Artículo editorial publicado en la revista EXACTAmente número 42, de junio de 2013


El 20 de febrero de 1919 en Azul, provincia de Buenos Aires, nació Rolando García. Se recibió de maestro en 1936 y de Profesor Normal en Ciencias en la Escuela Normal de Profesores Mariano Acosta en 1939. Uno de sus docentes, Vicente Fatone, le aconsejó estudiar ciencias exactas como requisito previo a introducirse en el mundo de la filosofía, como él deseaba. En el año 1941 comenzó a estudiar en la Facultad, pero mientras trabajaba en el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) ganó una beca para ir a estudiar a los Estados Unidos. Allí Obtuvo una maestría en meteorología en la Universidad de California en 1948 y un doctorado sobre el “Movimiento atmosférico en condiciones estacionarias”, en la misma universidad en 1953.

Cuando regresó al país, Fatone lo invitó a colaborar en la organización de la Universidad Nacional del Sur, que estaba naciendo como la primera con estructura departamentalizada, y luego se incorporó como Director General del SMN. En el proceso de reorganización de la UBA de 1957, mediante la aprobación de un nuevo estatuto universitario, impulsó su modernización junto con el grupo que finalmente apoyó a Riseri Frondizi como rector.
Desde 1957, como decano de Exactas, llevó a la práctica lo que no se pudo concretar a nivel de la Universidad. Impulsó la creación de la Ciudad Universitaria, del Instituto de Investigaciones Bioquímicas en manos de Luis Federico Leloir, del Departamento de Industrias. Generó una Facultad departamentalizada, sin cátedras, con los primeros cargos de dedicación exclusiva del país y logró que el CONICET comprara la primera computadora de Sudamérica, “Clementina”, y se dictara la primera carrera universitaria de computación en América del Sur. Apoyó el dictado de un curso de ingreso con el aporte tecnológico, creando para eso el Departamento de Televisión Educativa, e impulsó el Instituto de Investigaciones Tecnológicas de la UBA, en conjunto con la Facultad de Ingeniería.
También fue el primer vicepresidente del CONICET, en 1958. Allí, en conjunto con Ciancaglini, Braun Menéndez y González Bonorino, impulsó una política para la institución que la ligara con la Universidad. Rolando creía que la investigación debía desarrollarse en la Universidad, dado que allí se formaban los futuros investigadores, y tenía, así, posiciones encontradas con el presidente de la institución, Bernando Houssay.
Su proyecto universitario contemplaba una primera etapa de consolidación de un ambiente de investigación básica, y un posterior desarrollo de la interrelación con el sector productivo nacional, que no llegó a concretarse plenamente. Durante su decanato fue cuestionado tanto por sectores estudiantiles de izquierda como por la derecha profesionalista de la Universidad. Rolando decía que los primeros lo criticaban porque no entendían su proyecto, y los segundos porque sí lo entendían. Fueron años intensos, con periódicas crisis nacionales tanto políticas como económicas. A pesar de ese contexto desfavorable, su tenacidad y genio lograron que pudiera hacer realidad sus proyectos.
En 1966 enfrentó personalmente a la policía que ingresó a la Facultad en “La noche de los bastones largos” y como respuesta recibió un par de palazos. Lideró la renuncia del 75% de los docentes de la Facultad, creyendo que con esa medida se iba a poder revertir la intervención, lo que a pesar del apoyo internacional no se logró. Debió emigrar, y se instaló en el Instituto de Epistemología Genética de la Universidad de Ginebra, Suiza, donde trabajó en colaboración con Jean Piaget. Realizó grandes aportes en el campo de la epistemología genética y en la fundamentación metodológica, teórica y epistemológica de la investigación interdisciplinaria aplicada a sistemas complejos. También fue consultor de la ONU, y lideró el programa mundial de investigación atmosférica, el primero realizado con el apoyo de satélites meteorológicos.
Regresó al país a principios de la década de 1970 y se integró como director al Consejo Tecnológico del Partido Justicialista, acompañado por destacados académicos de izquierda. Esa participación le implicó la crítica y enemistad de muchos colegas y alumnos que habían compartido el proyecto de la Época de Oro de la UBA, entre 1958 y 1966. Luego del fallecimiento de Juan Domingo Perón, en el año 1974, debió emigrar nuevamente a Suiza tras sufrir amenazas.
En 1980 se instaló en México, primero en la Universidad Autónoma Metropolitana y luego lideró el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, UNAM. Con el regreso de la democracia, en el año 1983, regresó al país, fue designado Profesor Emérito de la UBA y se incorporó al Centro de Estudios Avanzados, pero luego de un año no encontró el trato ni el reconocimiento que esperaba y merecía, y retornó a la UNAM.
Exactas homenajeó a Rolando en varias oportunidades, la última en 2009 cuando al cumplir 90 años le impuso su nombre al Pabellón I, dejando de esta forma un reconocimiento permanente a su inmenso aporte a esta institución y al país. Falleció el 15 de noviembre de 2012 en la ciudad de México, junto a su mujer, la destacada experta internacional Emilia Ferreiro, su hija Valeria y su nieto, a la edad de 93 años.
El 20 de febrero de 2013, sus cenizas fueron esparcidas en el Río de la Plata, frente a Ciudad Universitaria. La ceremonia se llevó a cabo en el muelle principal del Parque de la Memoria y estuvo encabezada por su esposa, acompañada por un pequeño grupo de amigos. Sumado al homenaje familiar, la Facultad inauguró una placa conmemorativa de la vida y obra de Rolando García, que fue colocada en el ingreso al Pabellón I con el objeto de que su legado pueda ser reconocido por las nuevas generaciones.
Rolando García sostuvo de manera coherente a lo largo de su vida los ideales humanistas de una sociedad más justa e igualitaria. Consideró que debía impulsarse el desarrollo nacional y que en ese proyecto la ciencia tenía un rol destacado que cumplir. Queremos de esta forma plasmar nuestro agradecimiento a quien fuera el creador de la Facultad moderna que hoy conocemos.
 

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