Pronóstico: banda de cerebros en (nueva) fuga
El 27 de diciembre se dieron a conocer los resultados de los concursos para obtener becas para un doctorado, así como para ingresar a la carrera del investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Los resultados de la anterior convocatoria habían tenido amplia repercusión mediática; en especial, debido a que generaron una toma del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva que duró varios días.
En la actual convocatoria fueron admitidos 300 investigadores en las áreas generales, sobre 1370 postulaciones, y otros 300 en temas estratégicos, sobre 837 postulaciones. Pero para comprender la importancia de estos números y su incidencia en el futuro de la ciencia nacional, es necesario llegar a los resultados de la convocatoria desde más atrás en el tiempo.
¿Cómo se forma un investigador o investigadora?
Si uno se pregunta: ¿Cuál es la carrera que debo cursar para ser investigador/a en ciencias exactas, sociales, biomédicas o ingenierías?, la respuesta debería ser: NINGUNA. ¿Por qué? Porque las carreras de grado universitarias están pensadas para habilitar el ejercicio de profesiones, más allá de que algunas de ellas tengan parte de sus curriculas destinadas a iniciarse en la práctica de la investigación, como por ejemplo las tesinas finales. La formación moderna de los investigadores se realiza formalmente a través de una carrera de posgrado: el doctorado. Otros tipos de posgrado, como las carreras de especialización y las maestrías, están orientadas a la especialización profesional. Estos posgrados están estructurados con materias similares a las carreras de grado, y en el caso de las maestrías culminan con la elaboración de una tesina. Son posgrados de uno o dos años, respectivamente.
La estructura de los doctorados es distinta. Cursar un doctorado significa, esencialmente, aprender a ser investigador. Y para eso, siguiendo las formas históricas de aprender oficios, uno se convierte en un investigador investigando. Y lo hace de la mano, con la supervisión y orientación, de un director de tesis. También se deben tomar algunos cursos, que completan la formación específica, pero el centro de la tarea, que demanda entre cuatro y cinco años, es formularse una pregunta original en un campo específico de la ciencia o la tecnología y encontrar una respuesta. Para finalizar la carrera, uno debe “defender” su trabajo de tesis ante un jurado de expertos en el tema, que evaluarán si esta está bien elaborada, si las preguntas y las respuestas son pertinentes y si está comunicada de manera correcta, entendible.
Hasta entrado el siglo XX, el cursado de una carrera de doctorado en Argentina era una rareza, a pesar de que es común llamar “doctor” a los egresados de diversas carreras de grado. En la Tabla I se puede ver la cantidad de egresados anuales de doctorados en todas las disciplinas entre 2000 y 2014, último dato disponible. En el año 2000 se doctoraron apenas 250 personas. Para el año 2014 este número había crecido considerablemente, llegando a los 2.176.
TABLA I: Cantidad de egresados de carreras de doctorado por año (Fuente SPU)
Las carreras de posgrado tienen una característica que las diferencia de las de grado. Los alumnos de grado, en general, no tienen un título universitario que les permita ejercer una profesión, mientras que los de posgrado sí lo tienen. De hecho la mayoría de los alumnos que cursan especializaciones y maestrías ejercen de manera simultánea su profesión. En el caso de las maestrías es muy común que el alumno termine de cursar pero demore en recibirse, porque las demandas laborales le impiden hacer y escribir la tesis final. En el caso de los doctorados esto es mucho más difícil, dado que el trabajo de tesis es de mayor magnitud y duración. Si el trabajo profesional está relacionado con el tema de tesis, o si lo que hace en el trabajo lo puede presentar como su tesis de doctorado, el avance en la carrera se verá facilitado. Si ese no es el caso, la realización del doctorado se complicará bastante.
Para favorecer que graduados universitarios puedan hacer carreras de doctorado, el CONICET, creado en los ’60, comenzó a otorgar becas para su realización. De esta forma uno se podía dedicar sólo a formarse como investigador, aunque en muchos casos simultáneamente daba clases en una universidad, dado que ambas actividades son legalmente compatibles.
La política pública de asignación de becas doctorales ha tenido como objetivo el fomentar la ampliación del sistema de ciencia y técnica nacional, a través de la formación de su eslabón básico y principal, el investigador. Con el regreso de la democracia en 1983, y el retorno de la autonomía universitaria, distintas universidades crearon sus propios programas de becas de doctorado para sus egresados. Sin embargo, el de CONICET ha sido el de mayor tamaño y alcance.
En resumen, el Estado (algunos privados lo hacen en menor medida) otorga becas para la realización de doctorados, que se cursan en universidades, la mayoría públicas, aunque la tarea de investigación que se debe realizar para finalizar esa carrera se puede hacer en un organismo no-universitario. Finalizada la carrera de doctorado es común realizar un posdoctorado de un par de años, en general en un grupo distinto ya sea del país o del exterior, con el objetivo de incorporar una especialización diferente a la del director de tesis, y comenzar de ese modo a desarrollar lo que será el tema de investigación propio.
El siguiente paso es sumarse a un organismo público o una empresa en la que uno pueda vivir trabajando como investigador en el tema que se formó y especializó. Llegado a ese momento, el científico o científica ya finalizó una carrera universitaria de grado, que demandó cinco o seis años, una de doctorado que ocupó otros cinco años y un posdoctorado de dos años, por lo que en general ya cumplió más de 30 años, y en muchos casos tiene pareja e hijos.
Me detuve a contar las particularidades que implica la formación de investigadores e investigadoras porque es importante entender que tener un buen sistema científico, que crezca y sea de buen nivel académico, es algo que demanda políticas públicas coherentes y sostenidas.
El sistema de Ciencia y Técnica argentino
Retomemos el hilo de la noticia. Durante la primera parte de la década de 1990, el sistema científico sufrió un fuerte desfinanciamiento y achicamiento. Las posibilidades de incorporarse a un organismo público de investigación eran muy limitadas. Históricamente los puestos de investigación en empresas privadas han sido escasos. Si bien el análisis detallado de este fenómeno da para otra nota, cabe decir que la mayoría de las grandes empresas radicadas en Argentina son multinacionales, que tienen sus oficinas de investigación y desarrollo (I+D) en sus países de origen. Y la mayoría de empresas nacionales son Pymes y tienen limitadas posibilidades de tener departamentos de I+D, aun cuando se implementen políticas públicas que aseguren mercados para los futuros productos.
En los primeros años de la década de 1990, el ingreso a la carrera del investigador del CONICET estuvo cerrado. La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) vivió una etapa de achicamiento, con campañas de retiros voluntarios. Situaciones similares se vivieron en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y en Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). INVAP, una de las empresas nacionales más destacadas por sus desarrollos tecnológicos, originalmente ligados a la industria nuclear tanto energética como medicinal, apenas podía subsistir. Los jóvenes investigadores que finalizaban su doctorado buscaban posiciones posdoctorales en el exterior y muchas veces no regresaban.
Luego de la crisis del año 2001 la planta de investigadores en Argentina era pequeña y envejecida. La cantidad de científicos mayores de 55 años era superior a la de menores de 40. El destino del sistema era claro: la extinción. En el año 2002, en medio de la crisis, se designó a Eduardo Charreau como Presidente del CONICET. Hasta ese momento Charreau había sido director del IBYME, un instituto del CONICET que había fundado Bernardo Houssay, con el que Charreau había trabajado de joven.
El gobierno decidió revertir el deterioro del sistema de CyT y le asignó al CONICET esa tarea. Podrían haber decidido hacerlo a través de las Universidades Nacionales, pero no fue ese el camino elegido. El rol secundario que se le suele asignar a las Universidades Nacionales en el sistema de CyT y en particular en la percepción social de su importancia dentro del mismo, también queda para otra nota.
Para cumplir con la tarea de recomponer el sistema de CyT, Charreau tomó dos medidas: se reabrió la carrera del investigador, sumando a los jóvenes que estaban tanto en el país como en el exterior esperando una nueva oportunidad, y se incrementó sustantivamente la cantidad de becas de doctorado. La primera medida tuvo un efecto inmediato sobre la cantidad de investigadores en el sistema, mientras que la segunda tendría impacto en el mediano plazo, dado que como dijimos la formación de un investigador es un proceso que dura entre cinco y siete años.
La evolución histórica de la cantidad de investigadores del CONICET se detalla en la Figura 1. La Tabla II muestra la cantidad de Becas Doctorales otorgadas por año, donde es notorio el aumento a partir del año 2003. El incremento de la cantidad de egresados de la carrera de doctorado que muestra la Tabla I entre los años 2009 y 2010 está relacionado con el incremento de becas que muestra la Tabla II cinco años antes. El cambio en la velocidad de crecimiento de la cantidad de investigadores del CONICET que muestra la Figura 1, a partir del año 2010, fue posible gracias al incremento de las becas doctorales en los años 2003 y 2004.
Si la política de incrementar el número de becas de doctorado no se hubiera implementado oportunamente, no hubiera sido posible contar con los recursos humanos necesarios para incrementar el tamaño de la carrera del investigador del CONICET unos años después. Es un excelente ejemplo de cómo se logró revertir una situación compleja a través de políticas públicas pertinentes y efectivas. El CONICET ofreció un mayor número de becas para realizar el doctorado. Y las Universidades Públicas fueron capaces de recibir muchos más alumnos de doctorado y graduarlos. Esto funcionó de manera automática, sin que haya habido una coordinación o una mayor asignación de recursos a las universidades.
Figura 1: Cantidad de investigadores del CONICET. A partir del año 2016 se muestra en línea roja la curva que se esperaba en función del Plan Argentina Innovadora 2020 y en línea azul la evolución con un crecimiento neto de 450 cargos anuales.
TABLA II: Cantidad de Becas Doctorales del CONICET otorgadas por año
En el año 2003 Nestor Kirchner asumió la presidencia y designó en el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología a Daniel Filmus, en la Secretaría de Ciencia y Tecnología a Tulio del Buono y en la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT) a Lino Barañao, discípulo de Charreau. Asimismo ratificó a Charreau en el cargo de Presidente del CONICET, en el que permanecería a partir de ese momento por dos mandatos bianuales completos. El gobierno dio rápidamente una clara señal de valoración del sector, impulsando un incremento importante tanto de los sueldos de los investigadores como de los montos de las becas.
Con la asunción en 2007 de Cristina Fernández como presidenta, el sistema de CyT tuvo un nuevo impulso mediante una señal política clara: la creación del MinCyT, con Lino Barañao como Ministro. Como Secretario de Articulación Científico Tecnológica se designó a Alejandro Ceccatto, quien se mantuvo en ese cargo por ocho años. Entre 2008 y 2012 la presidencia del CONICET estuvo a cargo de Marta Rovira y entre 2012 y 2015 en manos de Roberto Salvarezza.
A lo largo de estos años el rol central del CONICET en el desarrollo del sistema se siguió consolidando. Sólo por dar un ejemplo, en el año 2009 ese organismo firmó un convenio de colaboración con la UBA mediante el cual esta se concentraba en la asignación de becas de inicio a la investigación para alumnos de grado y becas de inicio de doctorado, de tres años, mientras que el CONICET tomaba a su cargo la asignación de becas de finalización de doctorado, de dos años. Esto reforzaba la idea de que había una continuidad natural entre la finalización de la beca del CONICET y el ingreso a la Carrera del Investigador, generada por las propias políticas del CONICET y el MinCyT.
Un paso sustantivo en el crecimiento del sistema se dio en marzo del año 2013. En un acto en Casa de Gobierno se presentó el Plan Argentina Innovadora 2020 (AI2020). Con ese lanzamiento formal al más alto nivel, se dejó atrás la etapa de “reconstrucción” y se pasó a una etapa de planificación estratégica a mediano y largo plazo de un sistema científico y tecnológico articulado con el desarrollo nacional. O al menos ese fue el objetivo declamado. El CONICET comenzó a definir temas estratégicos y a favorecer la radicación de investigadores fuera de los lugares tradicionales (Capital Federal, Buenos Aires, Córdoba, Santa Fé, Bariloche, Tucumán y Mendoza). También a partir del año 2013, el salario de los investigadores sufrió un deterioro frente a la inflación, que se intentó reparar al menos parcialmente con la jerarquización aprobada en octubre de 2015.
Durante esos años, muchos logros relacionados con el sistema de CyT no tuvieron relación directa con el MinCyT. Se reactivó el Plan Nuclear, suspendido durante los años 1990. No solamente se terminó Atucha II sino que se planificó la construcción de nuevas centrales, incrementando la participación de la industria nacional. Asimismo se decidió avanzar en la construcción del prototipo del Proyecto CAREM, la primera central nuclear de potencia de desarrollo completamente argentino. El Estado decidió volcar el poder de compra relacionado con la defensa en la industria nacional, y contrató a INVAP para el desarrollo de Radares para la aviación y meteorológicos. Se decidió crear ARSAT y ocupar las posiciones orbitales asignadas al Argentina en 1988 con satélites construidos en el país, tarea que desarrolló INVAP con éxito. También se asignó a INVAP la construcción de las antenas para el despliegue terrestre de la Televisión Digital Abierta (TDA).
De esa manera, se llegó a las elecciones de 2015 en una situación peculiar. Más allá de las valoraciones objetivas de las políticas del área de CyT, todos los sectores políticos y mediáticos consideraban que había sido muy exitosa y que debía sostenerse y darle continuidad. Mientras el candidato Daniel Scioli prometía en campaña subir la inversión en CyT del 0,65% al 1% del PBI, el candidato Mauricio Macri decía que él la iba a subir al 1,5%.
Las políticas de CyT del actual gobierno
En diciembre de 2015 asumió el presidente Macri y Lino Barañao fue confirmado como Ministro, como señal de continuidad de las políticas para el sector. Roberto Salvarezza renunció a la Presidencia del CONICET antes de finalizar su segundo mandato, en desacuerdo con los lineamientos que pensaba que iba a tener el nuevo gobierno. En su reemplazo fue designado Alejandro Ceccatto.
Es decir que buena parte de los funcionarios que impulsaron o acompañaron el crecimiento del sistema y el AI2020 siguieron en funciones con el objetivo declarado de sostener y consolidar los avances logrados desde el año 2002. A poco de comenzada la nueva gestión, se conocieron decisiones con implicancias negativas para el sector de CyT. Se postergó la construcción del ARSAT 3 y de la Central Atucha III y se suspendió la construcción tanto de radares como del Proyecto SARA, un dron para defensa desarrollado por INVAP. También se paralizaron otros sectores indirectamente relacionados con el sistema de CyT como Fabricaciones Militares y otras empresas del área de la defensa.
Estas medidas, tomadas en general con criterios económicos que no contemplan el desarrollo estratégico de la industria nacional, implicaron menores perspectivas de empleo para los jóvenes científicos recientemente formados. Además generó un serio problema de subsistencia tanto para INVAP como para el conjunto de Pymes que se desarrollaron como sus proveedoras de tecnología.
En septiembre de 2016, el gobierno presentó el primer presupuesto de elaboración propia. El mismo mostró un baja de las partidas para los organismos de CyT. Científicos y universitarios realizaron movilizaciones al Congreso Nacional, participaron de reuniones de la Comisión de Presupuesto de Diputados y difundieron la preocupación del sector en los medios. Como resultado de estas acciones se logró un aumento de partidas de algunos organismos que hizo que el ajuste fuera menor al inicialmente propuesto.
En diciembre de 2016, el CONICET anunció los resultados de la convocatoria para ingresar a la carrera del investigador y se generó una crisis importante. De un día para el otro, y sin ninguna alerta sobre cambios de rumbo, la cantidad de ingresos aprobados fue la mitad de los del año 2015. El detalle se puede ver en la Tabla III.
Para peor, la reacción del MinCyT sólo complicó la situación. Negó la existencia de una meta de crecimiento del 10% en la cantidad de investigadores del CONICET, que figuraba en el AI2020. Denunció que los ingresos otorgados en el año 2015 habían sido excesivos y sólo justificados por motivos políticos, cuando los mismos estaban en línea con la cantidad estimada en el AI2020 y habían sido aprobados por el mismo Directorio del CONICET siguiendo los procedimientos de rigor. Intentó argumentar que no existía compromiso de continuidad con los becarios del CONICET, a pesar de que casi 500 jóvenes habían atravesado exitosamente el mecanismo de selección para ingresar a la carrera, obteniendo la recomendación de pares evaluadores, de la comisión disciplinar y de la junta de área, y quedando afuera por restricción presupuestaria.
TABLA III: Ingresos a la Carrera del Investigador, discriminado por Grandes Áreas, Tecnología, Temas Estratégicos, Presentaciones desde el Exterior y Admitidos por Reconsideración.
Esta situación generó una reacción rápida y enérgica, no solamente de los afectados directos sino también de gremios y colectivos del sector. El MinCyT debió reconocer en los hechos la injusticia generada. Ofreció a los “recomendados no ingresados” la continuidad de sus becas hasta diciembre de 2017. También reconoció que el AI2020 establecía como meta pasar de 3 a 5 investigadores por cada mil integrantes de la población económicamente activa (PEA) entre 2011 y 2020, y que en ese contexto se enmarcaba el crecimiento de la planta de investigadores del CONICET.
Al mismo tiempo, el MinCyT reconoció que el AI2020 dejaba de estar vigente, comenzando la elaboración de un Plan Argentina Innovadora 2030. También ofreció incorporar a los 500 damnificados en algún organismo del sistema, lo que finalmente se concretó a través de la creación de un programa específico y por única vez con las Universidades Nacionales mediante nuevos cargos docentes de dedicación exclusiva que deberán concursarse dentro de los próximos dos años.
EL MinCyT aprendió de esta experiencia. Al hacer la convocatoria para el año 2017, en diciembre de 2016, aclaró que se asignarían sólo 450 nuevos cargos, más los que se liberaran por jubilaciones y renuncias, que se estimaban en 150 adicionales. Asimismo incrementó la proporción de cargos en áreas estratégicas, pasando a ser el 50% del total. Además, y para evitar sorpresas, dilató el anuncio de los resultados hasta la última semana del año.
Como dijimos al inicio de la nota, el CONICET finalmente anunció el ingreso de 300 investigadores en las áreas generales, sobre 1370 postulaciones, y otros 300 en temas estratégicos, sobre 837 postulaciones. Como era de esperarse, muchos de los que no ingresaron el año anterior, y en particular varios de los 500 damnificados, se presentaron nuevamente a esta convocatoria, y 154 de estos últimos ingresaron. Esto confirma el efecto “acumulación” que se había predicho ante el ajuste del año pasado. En los próximos años, las posibilidades de ingresar de los jóvenes que recién finalizan su doctorado será cada vez menor.
La Figura 1 permite visualizar la diferencia entre la meta fijada para el crecimiento de la planta de investigadores de CONICET en el Plan AI2020 y la actual. Para el año 2020 la diferencia acumulará un total de 3.000 investigadores. Como muestra la Tabla III, en la convocatoria 2017 se eliminó la presentación de postulantes desde el exterior, que tenía la característica de “ventanilla permanente”, y se unificó con la presentación nacional. También se unificó el Área de Tecnología con los Temas Estratégicos, que son defendidos como la “ciencia útil” por el discurso utilitarista de algunos sectores del gobierno.
El Ministro Barañao ha declarado a los medios que ahora el CONICET crece de manera “sostenible”. De haberse continuado con la planificación del AI2020, los ingresos a Carrera del Investigador para este año hubieran sido 1.150 en comparación con los 600 otorgados.
La realidad, que no se explicita, es que en los años anteriores el CONICET ha tomado decisiones, al otorgar becas, que tienen efecto entre cinco y siete años después de que han sido tomadas. Esto se ve claramente en la Figura 2. La cantidad total de becas dejó de crecer, pero existen 10.000 jóvenes realizando su carrera de doctorado o finalizando su beca posdoctoral. Las becas de doctorado otorgadas en el año 2014 recién finalizarán su tesis en el año 2020. Las becas de finalización de doctorado y posdoctorales otorgadas en el año 2015 finalizarán en el año 2018. Es decir que el país ha realizado una inversión en la formación de recursos humanos altamente calificados que debe ser atendida.
Figura 2: Cantidad total de becarios CONICET según categoría por año de inicio
Los funcionarios del Ministerio también argumentan que no es razonable que todos los investigadores ingresen al CONICET, lo cual es absolutamente cierto. Pero también es verdad que fueron las propias gestiones del MinCyT y del CONICET las que llevaron a esta concentración. De hecho, como mencionamos en la nota anterior, el MinCyT no solamente ha perdido al menos un 25% del presupuesto en relación con el año 2015, sino que tampoco se ocupó de gestionar incrementos de presupuestos en otros organismos de CyT que permitan incorporar a los jóvenes investigadores formados. Y tampoco se ha creado un programa consistente y articulado de incorporación de esos investigadores a las Universidades Nacionales, más allá de la solución de emergencia implementada este año. Pareciera que la única salida que se imagina es que, junto con la siempre esperada “lluvia de inversiones”, el sector privado comience a contratar a estos jóvenes investigadores.
Este año ha habido aproximadamente 800 presentaciones más que en el año 2016 para ingresar a la carrera de investigador, y es esperable el mismo incremento para la próxima convocatoria. La cantidad de no ingresantes seguirá creciendo, porque en los años pasados se planificó y fomentó un incremento en la formación de doctores que es mucho mayor que la nueva política de incorporación de recursos humanos. Esperemos que se encuentre una solución que permita retener a estos valiosos recursos, formados en su mayoría en Universidades Nacionales y con Becas otorgadas por el Estado. De no encontrar una respuesta, estos jóvenes buscarán alternativas que ya hemos vivido en el pasado y tendremos una nueva fuga de cerebros.
(Esta nota se publicó en El Cohete a la Luna)