La Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires (Exactas-UBA) cumplió 150 años de vida el 16 de junio de 2015.
Los interesados en leer una breve reseña histórica de la Facultad, pueden consultar su página web.
Quise acompañar este festejo recuperando el discurso que diera el Decano Roldando García con motivo del Centenario de Exactas-UBA.
Sus palabras no sólo son una evidencia histórica de su enorme visión política y de la importancia del proyecto académico que lideraba.
El día del aniversario, la Facultad organizó una conmemoración en la Manzana de las Luces, sitio donde tuvo su sede desde el inicio y hasta que la terminó de abandonar en el año 1971. En el acto hablaron Pablo Jacovkis (decano 1998-2006), yo (decano 2006-2014) y Juan Carlos Reboreda (decano 2014-2018). Luego el Dr. Victor Ramos, vicedecano entre 1998-2006 y representante de la Facultad en la comisión de conmemoración del bicentenario de la UBA, dio una charla sobre la historia de Exactas-UBA en la Manzana de las Luces.
Esto fue lo que dije en ese acto:
«Agradezco la invitación que me hiciera el Decano Reboreda para hacer algunas reflexiones en este aniversario. Ante todo, me costó aceptar porque estoy alejado de la Facultad y la percibo como parte de una etapa intensa pero cerrada de mi vida. Sin embargo me convenció justamente la posibilidad de poder dar una visión desde otro lugar, siempre subjetivo pero distinto.
Toda institución se crea con un propósito, y las universidades no son la excepción. Seguramente el Dr. Ramos se referirá luego a las diversas etapas que caracterizaron la historia de esta Facultad, relacionadas con diversos propósitos, así como el paso de ella por este sitio histórico.
Yo quiero destacar la importancia que ha tenido para el país la existencia de un proyecto dedicado a formar profesionales de grado y de posgrado con docentes-investigadores activos, que por primera vez eran contratados con dedicación exclusiva a esa tarea. Docentes que concursaban periódicamente, y que estaban nucleados en departamentos, sin cátedras. Con un Instituto de Cálculo dedicado a resolver problemas aplicados. Y con un Departamento de Industrias y un proyecto de Instituto de Investigaciones Tecnológicas, ambos en conjunto con la Facultad de Ingeniería.
El valor estratégico de un proyecto de estas características, como pilar de un desarrollo basado en la ciencia y la tecnología, fue visualizado hace medio siglo por una generación que lideraron Rolando García y Manuel Sadosky. No voy a juzgar si ese proyecto fue el único o el mejor. Lo que no se puede dudar es que era un proyecto posible, porque se hizo, existió.
Pero además ese mismo proyecto se recreó con enorme esfuerzo desde el regreso de la democracia, en los últimos 30 años. Entre 1957 y 1966 se construyó desde cero, lo cual tuvo la dificultad de lo novedoso y las ventajas de tener menos resistencia de estructuras preexistentes. La importancia de esta segunda etapa es múltiple. Por un lado nuevamente demuestra que es posible, con el mismo estatuto, tener todos los docentes periódicamente concursados y con renta, haciendo docencia e investigación de primer nivel internacional y en un ámbito universitario. Y que además colaboren en el desarrollo del sector productivo público y privado, sintiendo que deben dar respuestas a la sociedad que los financia y no a los intereses internos o corporativos. Pero también su existencia es una demostración experimental de que la primera vez no fue casualidad, y que lejos de ser sólo una utopía es algo perfectamente factible y desarrollable por el colectivo que se lo proponga.
Como decía Rolando, la primera vez que se impulsó este proyecto de política académica se opusieron tanto sectores de izquierda como de derecha: Los primeros, según el explicaba, porque no entendían lo que se quería hacer y los segundos porque sí lo entendían. Lo mismo pasa con la segunda vez, pareciera que algunas cosas no cambian. Es bueno tener presente que, así como pasó con la primera, esta segunda etapa también puede terminar, porque este proyecto de universidad estatal científica y tecnológica no tiene sentido en un país que solo aspire a exportar materias primas sin industrializar. Pero será más fácil volver a recrearlo las veces que se desee, porque será muy evidente que con objetivos claros, honestidad y dedicación es algo posible.
Por eso, con la convicción de la importancia estratégica que ha tenido y tiene esta Facultad en Argentina y por su actualidad, hago mío el cierre del discurso que diera Rolando García en la celebración del primer centenario, el 14 de junio de 1965. Roldando decía: “Hoy NO nos preguntamos, como cuestión más urgente que debemos dilucidar para poder vislumbrar nuestro futuro «¿adónde va la ciencia?»; nos preguntamos «¿adónde va el país?».”